En Japón hay un extendido fenómeno social conocido como 'johatsu', que en japonés significa literalmente 'evaporación'. El término se utiliza para aludir a las personas que deciden desaparecer de manera voluntaria, abandonando a sus familias, trabajos y vidas cotidianas para comenzar de nuevo en el anonimato.
Según estimaciones recientes, más de 100.000 japoneses optan cada año por 'evaporarse' sin dejar rastro en registros oficiales, ya que en muchos casos no se considera ilegal abandonar la vida propia, siempre que no haya vínculos con procesos penales graves. A esto se suma que el país no cuenta con una base de datos al respecto y que la policía se niega a buscarlos si no han cometido ningún delito.

Motivos y contexto cultural
Las razones que llevan a una persona a convertirse en 'johatsu' son variadas y están profundamente ligadas a las presiones culturales de la sociedad japonesa. Entre los motivos más frecuentes se encuentran el fracaso académico, la pérdida de empleo, el endeudamiento, la vergüenza por no cumplir con las expectativas sociales o la huida de situaciones de violencia doméstica.
"Frente a la elección de suicidarse, trabajar hasta la muerte o simplemente desaparecer y empezar una nueva vida, desaparecer parece la mejor opción", afirma Jake Adelstein, un veterano periodista radicado en Japón. En una cultura donde dejar una empresa se considera vergonzoso, es "mejor desaparecer que morir", agregó.

Origen
Este fenómeno tiene raíces históricas que se remontan a la posguerra, cuando quienes fracasaban en los negocios o cargaban con deudas impagables consideraban que la mejor salida era esfumarse. En todos los casos, la desaparición aparece como una vía de escape a contextos marcados por el estigma, el honor y la dificultad de rehacer la vida sin ser socialmente juzgado.
Con el tiempo, tras la crisis financiera de los 90, se consolidaron redes y servicios que facilitan estas desapariciones, conocidas como 'transportistas nocturnos' o 'yonige-ya', empresas que trasladan en secreto a quienes buscan abandonar sin rastros su propio entorno, muchas veces en operaciones nocturnas.
Estos servicios incluyen desde mudanzas discretas hasta ayuda para instalarse en barrios marginales donde el anonimato resulta más fácil. Los precios van desde los 50.000 a los 300.000 yenes (350 a 2.100 dólares).
¿Qué pasa con ellos después?
Muchos de ellos encuentran refugio en lugares como Sanya, en Tokio, o Kamagasaki, en Osaka, zonas urbanas históricamente asociadas con el trabajo informal y la marginalidad. Allí pueden conseguir empleos temporales pagados en efectivo y mantener un perfil bajo sin necesidad de documentación oficial. Estas comunidades invisibles se han convertido en destino recurrente de quienes buscan empezar de cero lejos de su pasado.

El impacto en las familias que quedan atrás es profundo. La desaparición suele generar un dolor ambiguo, ya que no hay certeza de muerte ni de reencuentro. Documentales como 'Johatsu: Into Thin Air' muestran cómo estos desaparecidos voluntarios conviven con la paradoja de buscar una nueva vida mientras dejan un vacío imposible de llenar para quienes los conocieron.
A pesar de que no hay un registro oficial preciso, los estudios y testimonios recogidos por investigadores y periodistas coinciden en que los 'johatsu' son un reflejo de las tensiones sociales y culturales que persisten en Japón, donde el fracaso puede ser vivido como un estigma imborrable y la desaparición se transforma en una alternativa extrema para recuperar el control de la propia existencia.